Como veremos,
esta sentencia de Martí realizada en junio de 1887, define la base teórica de
su pensamiento en desarrollo acerca de la propiedad sobre los medios de
producción, ese aspecto decisivo de todo proyecto político. A la vez,
contrasta, según observó perspicazmente Fernández Retamar[3]
con lo dicho por Engels cuatro años antes, en 1883, durante su famoso discurso
en las exequias de Carlos Marx.[4]
Es así, que el
estadounidense Henry George, y no Marx, era el teórico social que más había
impactado a nuestro Héroe Nacional. No obstante, este trabajo tiene el objetivo
de mostrar no solo los diferentes e inusitados puntos de contacto que sobre la
temática poseen el Apóstol y un redescubierto Carlos Marx, sino de extraer de
sus respectivas concepciones y actitudes algunas lecciones para el presente.
Comencemos con
los criterios de Martí sobre el máximo libro de George, Progreso y Miseria.
Esta obra la valoró como un "examen hondísimo de los males humanos y sus
causas" que "llega a asentar que todo el mal viene de la acumulación
de la tierra en manos privadas, y sostiene que el problema de la pobreza no tiene
en estos pueblos grandes (es decir, en los que hoy diríamos «países
capitalistas desarrollados») más remedio que ir convirtiendo pacíficamente por
una reforma en la tarifa toda la tierra, que la naturaleza creó para todos los
hombres, en propiedad nacional, por cuyo uso pague el ocupante a la comunidad,
explótelo o no, el alquiler de la tierra que ocupa, el cual irá como
contribución única a pagar las legítimas expensas del Erario, quien no tendrá
en esa manera que agravar los costos de la vida con los derechos de aduana, y
aún podrá, con lo que ha de sobrarle reunir en sus manos y gobernar por sí
todos los medios de comunicación necesaria para la felicidad humana que por no
poder existir sin el elemento nacional de la tierra, pertenecen de derecho a la
nación para el beneficio de sus habitantes".[5]
La limitación
de George de resolver el problema social nacionalizando solamente la tierra y
los llamados servicios públicos de la época —el correo, los telégrafos y el
ferrocarril—, y cobrando un impuesto único por el uso de la primera, lo
convertía en un representante de los intereses de los pequeños agricultores
norteamericanos, afectados como nadie por los impuestos de los latifundistas y
las tarifas de carga del ferrocarril privado. De todas formas, George alcanzó también
un gran apoyo obrero, aunque el propio Marx lo criticó en 1881 cuando escribió
a Sorge, entre otras cuestiones, que: “El hombre (se refiere a George) está, en
el plano teórico, totalmente atrasado”.[6]
Sin embargo, el
hecho de que Martí diera una connotación tan grande a la obra de George no
impidió que nuestro Héroe Nacional rebasara con sus concepciones sobre la propiedad
al norteamericano. En 1890 preconizaba porque “… la industria, los bienes
perennes y comunes de la naturaleza no estén concentrados en manos de
monopolios privados para el beneficio de los monopolios, sino en manos de la
nación para el beneficio nacional".[7]
Obsérvese cómo
el Apóstol añade a las nacionalizaciones de George la de los monopolios
industriales. Así, estamos ante un Martí más avanzado, que le preocupa menos
que gane espacio la propiedad estatal al modo de la abordada en su trabajo
sobre Hebert Spencer, filósofo inglés que había escrito por aquel entonces el
libro El hombre contra el Estado, en cuatro ensayos. El segundo de
ellos, con el título de La futura esclavitud, lo analizó Martí en 1884
en un artículo periodístico, compartiendo y discrepando puntos de vista del
británico sobre las consecuencias que tendría la extensión de la propiedad del
Estado a todas las esferas de la vida de una nación.[8]
Los planteamientos
de Spencer se sustentan en lo fundamental en dos ideas muy discutibles: todo
colectivismo socialista debilita la acción individual y la de que todos los
males sociales proceden de la naturaleza humana, eternamente defectuosa.
Sobre la
primera concepción, Martí acepta la propiedad del Estado en importantes
sectores de la economía, mientras que la segunda, la rechaza.
En la lógica de
su pensamiento económico deja fuera del Estado la explotación de la tierra y
las pequeñas y medianas empresas en otras esferas de la economía. Había escrito
en su momento: "Es rica una nación que cuenta muchos pequeños
propietarios".[9]
Aquí es necesario recordar la preocupación constante del Apóstol, influido por
Spencer, por la libertad del individuo para que no sea aplastado por la
comunidad, pero también apuntamos su desvelo porque las relaciones de propiedad
privada tengan una función suficientemente social de equidad y dignidad para el
hombre, por lo cual era preciso regularla.
¿Marx
en Martí?
Se ha discutido si nuestro Héroe Nacional leyó o no a Marx, para sostener posiciones como estas y, en ese debate, las opiniones al respecto se han mantenido divididas hasta por Io menos la aparición del ensayo de Rafael Almanza: "En torno al pensamiento económico de José Martí". No sé qué opinarán hoy los partidarios de una lectura de Marx por Martí, pero, con exhaustividad argumental, este excelente texto concluye que "con los datos que tenemos hasta ahora, resulta imposible sostener que Martí conocía cabalmente a Marx”[10], aunque se capta en el libro una convicción más íntima en el autor en relación con que es en realidad muy difícil que ello hubiera ocurrido.
No se repetirá
aquí a Almanza, pero sí se brindarán elementos adicionales que fortalecen su
reserva.
Primeramente,
para conocer con una adecuada profundidad a Marx habría que estudiar el no
fácilmente accesible tomo I de El Capital, donde según el propio
pensador estaba lo mas importante de su teoría. Ello es difícilmente posible en
Martí, no porque no estuviera a su alcance intelectual y paciencia la lectura,
sino debido a la historia de las ediciones fuera de Alemania. Las primeras de
ellas se comenzaron a vender en marzo de 1872 en Rusia y tres meses más tarde en
Francia.[11]
En Inglaterra
ello ocurrió, con éxito editorial, en 1887.[12]
Es decir, para lo que se quiere argumentar, al parecer solo ediciones
extranjeras del primer tomo de El Capital hubieran podido llegar a Martí
entre su fecha de publicación en Alemania en 1867 y el momento en que nuestro
Apóstol se introdujo de lleno en las tareas de la "guerra necesaria" en
tierras norteamericanas, lo cual puede ubicarse en 1891. Es oportuno recordar
que Martí residió en los Estados Unidos de 1880 a 1895, prácticamente el único
lugar y período de su vida donde pudo recibir estas influencias.
Interesa hacer
notar, además, que existía una idea divulgativa en Federico Engels hacia los
obreros norteamericanos que por extensión pudo afectar a Martí. En el mismo
1887 no los consideraba maduros para leer siquiera el Manifiesto del Partido
Comunista, aconsejando suministrarles la teoría del tomo I de El Capital
dosificadamente,[13]
lo cual se había comenzado en la década de los setenta, cuando Martí aún no
vivía allí. No obstante, el mismo Engels ratifica en 1872 la existencia ya de
varias ediciones del Manifiesto en Norteamérica.[14]
Martí, por su
parte, no hace referencia ni a estas ni a ninguna otra obra marxista en sus
textos, Io cual no quiere decir que desconociera su existencia.
En 1991, un
investigador puertorriqueño, José C, Ballón, realizó un valiosísimo hallazgo en
la biblioteca personal de Martí que custodia el Consejo de Estado de Cuba a
través del Archivo de Asuntos Históricos: un libro de 1887 en inglés con 21
notas y 12 subrayados del Héroe, El socialismo contemporáneo de John
Rae, compendio sobre las distintas teorías socialistas en el siglo XIX,
catalogado de riguroso por Ballón. En este texto, uno de los capítulos más
voluminosos, con 67 páginas, está dedicado a divulgar la vida y teoría de Marx
y menciona, tanto a El Capital como al Manifiesto.[15]
Sería
interesante leer qué dijo realmente Rae en su obra acerca de Marx, pero aunque
Martí no anota ni subraya nada en esta parte, no es difícil demostrar,
partiendo del conocimiento de la teoría marxista sobre el socialismo, que el
Héroe cubano no la conoce con profundidad, no obstante llamar a Marx en su famosa
crónica motivada por la muerte de este último, "veedor profundo en la
razón de las miserias humanas, y en los destinos de los hombres", y estar,
asombrosamente, más próximos de lo que parece.
Para darnos
cuenta de ello, el polémico artículo martiano de 1884 sobre el texto de Hebert
Spencer: "La futura esclavitud", es uno de los buenos argumentos.
Sobre este trabajo, convengo con Cintio Vitier en el giro sorpresivo que da
Martí al final cuando conmina a la política y al Estado ante la solución
liberal de Spencer de excluir este último: "iYerra, pero consuela!, que el
que consuela, nunca yerra".[16]
Pero aquí y en otras partes de su obra parece manifestarse un Martí que se
debate entre dos esperanzas: la implícita en su escrito sobre Spencer de que
"el edificio... de veras tenebroso" de la absolutización de la
propiedad estatal al estilo vislumbrado por el inglés no se llegara a producir
y cuando escribió en 1886: 'Todo el anhelo de la civilización está en volver a
la sencillez y justicia de Ios repartimientos primitivos".[17]
Es como si le
faltara un eslabón, un eslabón que solo Marx podía brindarle, Un Marx que ni
entonces ni aún se conoce totalmente.
Porque el
principal ideólogo del materialismo filosófico, independientemente de las
graves limitaciones que observó en la doctrina Georgista, tenía puntos de
contacto con ella y con Martí y una concepción sobre lo que es la propiedad
social sobre los medios de producción, que un poco más adelante se propondrá.
Valorando las
similitudes, Carlos Marx coincidía con George y con Martí en la necesidad de
nacionalizar la tierra y cobrar una renta por su uso. La primera medida de
transición a adoptar por el Estado proletario de los países avanzados está
referida en el Manifiesto del Partido Comunista: "Expropiación de
la propiedad territorial y empleo de la renta de la tierra para los gastos del
Estado".
La diferencia
marxista radica en el tipo de explotación a establecer como estrategia sobre
los terrenos.
Por cierto,
excusándome de la digresión, en el artículo sobre "La futura
esclavitud" demuestra Martí no conocer o recordar el Manifiesto
cuando discrepa de la medida que propone una llamada "Federación
Democrática Inglesa" y que es, en esencia, la octava medida de transición
planteada por el documento: la "formación de ejércitos industriales y
agrícolas conducidos por el Estado"[18],
inexplicablemente omitida por Almanza como la segunda cita casi textual de Marx
conocida por Martí.
La primera,
"una asociación en que el libre desenvolvimiento de cada uno será la
condición del libre desenvolvimiento de todos", del Manifiesto, la
debió oír y leer Martí, según se ha investigado, partiendo de su casi segura
asistencia al acto por la muerte de Marx celebrado en New York el 20 de marzo
de 1883, donde la expresó un orador, y de la lectura de las reseñas publicadas
por la prensa norteamericana sobre dicho evento, bases informativas ambas para
preparar su crónica "Honores a Karl Marx, que ha muerto", aparecida
ese mismo mes.
Martí, al igual
que Spencer, opinaba sin conocer el concepto de Estado en Marx que
"semejantes empresas aumentarían de terrible manera la cantidad de
empleados públicos ya excesiva”[19].
Pero,
continuemos con otra coincidencia entre los pensadores. La sexta medida
recomendada por el Manifiesto apuntaba a la "centralización en
manos del Estado de todos los medios de transporte", lo que significa que,
por lo menos en el ferrocarril, también los fundadores del marxismo estaban de
acuerdo con George y Martí. Lo único que, como ya expresamos, la palabra Estado
tenía una connotación diferente en Marx. Al parecer, todo hace indicar que
Martí y George jamás la conocieron. En realidad, todavía hoy se discute que
quiso decir Marx con su concepción de propiedad social sobre los medios de
producción, idea esta no suficientemente explícita en los textos de los
clásicos.
Como se anunció
unos párrafos atrás, es necesario abordar esta última cuestión para valorar
mejor el pensamiento de Martí sobre el asunto.
En un
voluminoso procesamiento de información en la obra de los clásicos del marxismo
y en el acontecer del capitalismo desarrollado después de la muerte de Lenin,
puede concluirse que la meta de la propiedad social sobre los medios de
producción es, en esencia, lograr una especie de monopolio de la sociedad sobre
dichos medios, conformado por empresas de trabajadores asociados o cooperativas,
las que respetando los intereses cualitativos más generales y caros de la
sociedad, gozan a su vez de la debida autonomía.[20]
La idea de esa
sociedad, aunque aparece simplificada por motivos de espacio, fue expresada por
Marx cuando planteaba la necesidad de “convertir la producción social en un
sistema armónico y vasto de trabajo cooperativo”.[21]
O por Lenin,
cuando expresaba que “(…) el régimen de los cooperativistas cultos es el
socialismo”.[22]
También el
pionero de los dirigentes obreros de Cuba el socialista Enrique Roig San Martín
(1843-1889), amigo admirado del entrañable para Martí, Fermín Valdés Dominguez,
habría sido el primero en nuestra patria en definir la propiedad social como
una “(…) libre federación de libres asociaciones de productores libres”.[23]
Ello lo hizo, con evidente influencia marxista, en el periódico El
Productor, el cual dirigía.
¿Estaría de
acuerdo con esa concepción un Martí que, sobrepasando a George, coincidía con
Marx en la necesidad de pasar a propiedad pública los monopolios industriales?
Considerando la
justicia que, en materia de desburocratización, de distribución del ingreso y
libertad de gestión genera la producción cooperativa, pienso que sí.
Hay que tener
claro que la propiedad social en la variante conocida en los llamados “países
socialistas” generó una costra de funcionarios públicos o burócratas que
contribuyó a dar al traste con el sistema, lo cual era una gran preocupación en
Martí. Recuérdese que en el artículo sobre Spencer concordaba sobre el
absolutismo de la propiedad estatal, que "de ser esclavo de los
capitalistas, como se llama ahora, iría (el hombre) a ser esclavo de los
funcionarios".[24]
Con la
producción cooperativa no puede ocurrir así, debido sencillamente a la
revolución que genera en materia de descentralización de decisiones hacia los
trabajadores, respetuosos a su vez de los objetivos generales de la sociedad.
Hay que decir sin ambages que de donde estén las decisiones, en la burocracia
gubernamental o en los colectivos de trabajadores, depende el éxito del
socialismo.
Martí podría
tener otras dudas con la propiedad social marxista, pero no la de que genere
burocracia. Adicionalmente, la producción cooperativa representa el eslabón
perdido indispensable para regresar, en un nivel superior, a los ya mencionados
"repartimientos primitivos" tratados por Martí.
Hay
coincidencias también no menos importantes entre nuestro Apóstol y Marx en lo
que se refiere al desarrollo económico latinoamericano vinculado a la propiedad
en el siglo XIX, y es en lo relativo a la gradualidad en los cambios y en la
consideración de las condiciones específicas de cada nación.
Muchos
recordarán la crítica martiana a Marx cuando escribió injustamente que "
(...) anduvo deprisa (...) sin ver que no nacen viables ni de seno de pueblo en
la historia, ni de seno de mujer en el hogar, los hijos que no han tenido
gestación natural y laboriosa”.[25]
Teniendo en
cuenta las leyes de la concepción materialista y dialéctica de la historia, una
de las tres partes componentes del marxismo, Marx no avalaba, y debe decirse
que no siempre consideró la violencia, el establecimiento del socialismo en la
Latinoamérica del siglo pasado donde la clase obrera y, por tanto, la burguesía,
eran incipientes. Martí no estaba al tanto de ese gran descubrimiento de Marx,
pero parecía intuirlo.
En el siglo XIX
los países latinoamericanos tenían un desarrollo concreto en sus fuerzas
productivas que pedía relaciones de propiedad capitalistas para hacerlas
avanzar y dejar atrás las formas atrasadas de apropiación existentes. Por ello,
cuando Martí en 1890 espetaba: "Ni Saint Simon, ni Karl Marx, ni Marlo, ni
Bakunin. Las reformas que nos vengan al cuerpo", Marx recordando una de
las leyes universales de la concepción materialista de la historia reveladas
por él y que hoy mantiene su actualidad, tendría que haberle sonreído y
decirle: "Correcto. Desarróllense las fuerzas productivas en cada nación
latinoamericana con las formas de propiedad que más las hagan avanzar".
En relación con
esto, la investigadora cubana Graciela Chailloux considera como virtualmente
irrealizable a finales de siglo XIX un desarrollo económico en la región con
independencia del capitalismo norteamericano o inglés,[26]
aunque pienso que pudieron estar sujetos a control.
Como se
aprecia, no son pocos los puntos de contacto entre Marx y Martí en la esfera de
la propiedad. Es en verdad admirable en el pensamiento martiano sobre este
tópico, su preocupación humanista, ponderación y la orientación hacia adelante
de sus concepciones.
Actitud
ante la teoría
También se debe
destacar con no menos fuerza, la avidez que profesaba Martí por la teoría
social de la época que estaba a su alcance y su estudio más profundo.
Hoy, en
relación con esto último y en medio de una confusión generalizada en las filas
de la izquierda, tenemos que tomar el ejemplo martiano y lamentar los casos de
quienes se vanaglorian de no haber perdido su tiempo leyendo a los clásicos del
marxismo.
Ello, claro
está, no es obligatorio para nadie, pero la ausencia de una lectura y un debate
abiertos sobre cuestiones tan complejas y cruciales como las del tratamiento de
la propiedad, tuvieron un peso inestimable en la catástrofe del llamado
"socialismo real". El marxismo no es culpable de ello, mientras que
las abiertas y sabias actitudes de Martí y Marx ante la difícil ciencia social,
nos pueden servir de guía. Recordemos la deliciosa cita de un Marx preocupado
por la posible impaciencia del público francés, siempre deseoso de empaparse de
todo con rapidez, como el cubano, según pudiera haber dicho Jorge Mañach, y la
ardua lectura, dada por el novedoso método de análisis, de los primeros
capítulos de El Capital: "Esa es una desventaja contra la cual nada
puedo y todo lo que puedo hacer, sin embargo, es prevenir a los lectores
cuidadosos de la verdad. No existe atajo para la ciencia y únicamente tienen
oportunidad de escalar su cima luminosa aquellos que no temen fatigarse al
trepar sus escarpados senderos".[27]
Engels, en su
oportunidad, había advertido, y cada marxista sabe que lo hacía sobre todo
pensando en el procedimiento a seguir con la propiedad, que... "el
socialismo, desde que se ha hecho ciencia, exige que se le trate como tal, es
decir que se le estudie",[28]
mientras que nuestro Martí repetía dicha actual alerta al llamarnos la atención
sobre uno de los peligros que tenía la idea socialista “(...) el de las
lecturas extranjerizas, confusas e incompletas".[29]
Por oposición nos llamó, pues, a una lectura propia, clara y total. Marx también.
¹ Conferencia
impartida por el autor el 12 de mayo de 1993 en la Cátedra Latinoamericana y
del Caribe que dirigía el fallecido intelectual cubano Cintio Vitier, en la
Universidad de la Habana. Posteriormente, fue seleccionada por un jurado
presidido por el Dr. Julio Le Riverend para formar parte de la edición especial
que con motivo del centenario de la caída en combate de José Martí, preparó la Revista
Cubana de Ciencias Sociales en su número 30 de 1995, hace 30 años. Se
incorporan muy ligeras correcciones y adiciones que no afectan la esencia del
texto original.
[2] José Martí: Obras
completas, t. 11, Editorial de Ciencias Sociales, la Habana, 1975, p. 146.
[3] Rafael Almanza: En torno al Pensamiento económico de José Martí,
Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1990, p. 261.
[4] Engels dijo
allí: "Así como Darwin descubrió la ley del desarrollo de la naturaleza
orgánica, Marx descubrió la ley del
desarrollo de la historia humana”; Federico Engels "Discurso ante la tumba
de Marx", en Carlos Marx y Federico Engels, Obras escogidas, 1 t.,
Editorial Progreso, Moscú, (s. a), p. 451.
[5] Rafael Almanza: Ob. cit., p. 274.
[6] Carlos
Marx y Federico Engels: Cartas sobre El Capital, Editora Política, La Habana,
1982, p.314.
[7] José Martí: Ob.
cit., t. 12, p. 377.
[8] Ibídem, t.15.
[9] Rafael Almanza:
Ob. cit., p. 123.
[10] Ibídem, p. 252.
[11] Carlos Marx y Federico Engels: Ob. cit., pp. 274-275.
[12] Ibídem, p.357.
[13] Ibídem, pp.
354-356.
[14] Federico Engels:
"Prefacio a la edición alemana de 1872" (del Manifiesto del
Partido Comunista), en Carlos Marx y Federico Engels, Obras escogidas,
1 t., ed.cit., p.27.
[15] José Carlos Ballón: "Martí y el socialismo contemporáneo de John Rae", conferencia para el evento "José Martí, hombre universal", la Habana, abril de 1992.
[16] Cintio Vitier:
"Algunas reflexiones en torno a José Martí", Conferencia magistral
dictada en el evento "José Martí, hombre universal", suplemento del
periódico Granma, La Habana, 11 de abril de 1992.
[17] Rafael Almanza:
Ob. cit., p. 280.
[18] José Martí: Ob.
cit., t. 15, p. 390.
[19] Ídem.
[20] Posteriormente, el autor enriqueció esta visión general, a
alcanzar muy gradualmente, al definirla “anatómica y fisiológicamente”, como la
de “un único conglomerado estatal integrado por grupos empresariales ramales o
subramales, organización que sustenta la planificación de cada grupo —ramal de
hecho—, en los distintos horizontes de esta, contexto en el que las empresas,
orientadas en esta perspectiva, se gestionarían descentralizadamente de manera
cooperativa”. Tomado de su tesis doctoral, “Los tipos socioeconómicos en la
fundamentación de las políticas futuras sobre el universo empresarial cubano”,
defendida con éxito en mayo de 2023.
[21] Carlos Marx:
“Instrucción sobre diversos problemas a los delegados del consejo central
provisional”, en Carlos Marx y Federico Engels, Obras escogidas, 2 t.,
t. 2, Editorial Progreso, Moscú, 1973, p. 82.
[22] V.I.Lenin:
“Sobre las cooperativas”, en Obras completas, t.45, Editorial Progreso,
Moscú, 1987, p.389.
[23] Aleida Plasencia: “El Productor”, en autores varios, Historia de la prensa en cuba, Editorial Pueblo y Educación, La Habana, 1988, p.134.
[24] José Martí: Ob.
cit., t. 15, p. 391.
[25] Ibídem, t. 9, p.
388.
[26] Graciela Chailloux: Estrategia y Pensamiento económico de José Martí frente al imperialismo norteamericano, Centro de Estudios sobre Estados Unidos (CESEU), la Habana, 1989, p.139.
[27] Carlos Marx y
Federico Engels: Cartas sobre El capital, ed. cit., p. 272.
[28] Federico Engels:
"Prefacio a la guerra campesina en Alemania", 2da. ed., 1870, en
Carlos Marx y Federico Engels, Obras escogidas, 1 t., ed. cit., p. 254.
[29] José Martí: Ob. cit., t. 3, p. 168.